16.6.05

ayer


leo: Susan Orlean, El ladrón de orquídeas.
veo: Spike Jjonze y Charlie Kaufman, Adaptation. El ladrón de orquídeas.
(sigue sin ser casual)
oigo: Dominique A, Revenir au monde. (esto no es casualidad, es elección)

tuve que emocionarme. S comenzó a gritar en medio de la barra del Tramontana que el estado actual de la casa era mi obra. En ese momento, justo después de que se explayara con "el toque kitsch" y los "puntos cachondos" (léase nota más abajo)* noté algo extraño, tibio y esponjoso, que me llenaba el estómago y como no podía contenerlo abrí los labios con una sonrisilla bastante bobalicona. Todavía no he encontrado el nombre exacto, pero creo que ya sé lo que sienten los salvapatrias, ayudadores profesionales, amas de casa y gentes de bien en general. Como atenuante, s acababa de empezar la segunda copa después de tres jarras, así es que, analizada la situación en menos que canta un google, fue un sentimiento fugaz y afortunadamente superado una vez me enjugué la lagrimilla de felicidad y humo de tabaco apresado entre los cristales de las gafas.

Pero es cierto.
En seis meses he(mos) pintado la entrada, el pasillo, el salón, he arreglado enchufes desprendidos, estanterías a punto de desmoronarse y lámparas que surgían de la nada del fondo de los altillos. Hemos tirado ingentes cantidades de flores secas y de plástico, de cestas de mimbre y utensilios de cocina de los que apenas conocemos el nombre, hemos arrancado apasionadamente y casi a bocados la moqueta del salón, tenemos económicos pero emparejados cubiertos de Ikea y casi nos asfixiamos limpiando el pegamento seco de las baldosas. Nos hemos dejado las uñas raspando el parqué y las rodillas destrozando el mueble del pasillo y subiendo el sofá de nuestra, ejem, amable casera. Y las dotes de razonamiento espacial intentando encajar los libros, las revistas, las películas, los discos y la tele que riezu se encontró en la calle y que no funciona pero nos gusta y se parece tanto a la primera Elbe, blanco y negro, que entró en casa (tendría dos años). He recompuesto marcos y agujereado las paredes para instalar ADSL, hemos tirado doce cojines fosilizados y tres láminas de inquietantes loros australianos. Todos los imanes del frigorífico están ordenados y las fotografías detrás de cristales y las facturas en una caja de cartón de topos.

Mmmm. Soy grande.

*
(Al menos por hoy)

Aunque no es más que un sitio para dormir.