13.9.05

otro pecado solitario

y olvidado ya era repasar con un dedo los lomos de las estanterías, generalmente comenzando en la Z, sin demasiada prisa, demorándonos en algún título más extraño, o alguna encuadernación de tacto especialmente agradable que encerraba un papel suave y firme por donde deslizar toda la palma de la mano antes de leer furtivamente algún verso.
Ayer visité una biblioteca. Tuve un libro en las manos. Me temblaba el estómago.